No se puede pretender una felicidad eterna, ni una tan grande que parezca inacabable, ni siquiera me parece posible una felicidad a medio plazo o intermitente o una felicidad pequeña, de bolsillo.
En días como hoy es mejor pensar que no existe la Quimera, que no vendrá a devorarnos envueltos en sus llamas, que es más posible que todo se suceda en un goteo imperceptible, prometéico, que la hija de Tifón y de la ninfa Equidna tendrá que volver a luchar con el Belerofonte que habita en cada cual y montado en su Pegaso goteará el plomo de la vida en su cuerpo.
No se debe pretender nada y menos en días como hoy.
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